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jueves, 16 de febrero de 2012

La Unidad de los Creyentes



Al discutir el plan de salvación en sus diferentes epístolas, el apóstol Pablo varía un poco el énfasis sobre algunas doctrinas. En Romanos, por ejemplo, él enfatiza especialmente acerca de la fe aparte de las obras. En Gálatas, acerca de la fe aparte de las observaciones ceremoniales. Mientras que en Efesios concede suma importancia a la doctrina de la UNIDAD DE LOS CREYENTES.

Tomemos como tema de esta meditación el pasaje en el capitulo 4 de esta epístola a los Efesios versos 1 al 16.

En ninguna otra parte del Nuevo Testamento se trata el tema de la unidad de los santos de una manera tan hermosa como en esta porción.

En los versos 1 al 3, el habla de la unidad del Espíritu. Esto no quiere decir naturalmente, que no puedan haber entre los creyentes diferentes opiniones aun acerca de algunas doctrinas o métodos para el trabajo en la Obra de Dios, ya que en el verso 13 se indica claramente que todavía no hemos llegado a la unidad de la fe. Pero en cambio se nos amonesta a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la Paz en lo cual debemos poner toda solicitud y diligencia.

Más adelante la Palabra de Dios nos muestra cuáles son las siete unidades que ligan y componen para recibir el alimento que nos hace tomar aumento de cuerpo para edificarnos en amor.

UN CUERPO: La biblia enseña de la manera más clara que todos los creyentes somos bautizados por un mismo Espíritu en un Cuerpo, y esta unidad del cuerpo de Cristo elimina toda clase de diferencias sociales, raciales o de nacionalidad. Toda acepción de personas es condenada duramente en la Palabra de Dios. (Santiago 2:1-5)

UN ESPÍRITU: No hay sino un solo Espíritu Santo el cual opera desde el principio de la creación y a través de toda la Biblia. Sólo que ahora en esta maravillosa dispensación de la gracia, este Espíritu tiene un ministerio glorioso, el cual es bautizar a todos los creyentes en un solo cuerpo. Si reconocemos la presencia del Espíritu Santo en la vida de nuestros hermanos nos sujetaremos a ellos en el temor de Dios.

UNA ESPERANZA: Esta esperanza bienaventurada que unifica y purifica a la iglesia no es otra que la segunda venida del gran Dios y Salvador nuestro JESUCRISTO. Cuando todos miramos al gran día en que seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es, todas nuestras diferencias quedan eclipsadas ante tan gloriosa esperanza.

UN SEÑOR: Esta creencia en un solo Señor es una tremenda fuerza de cohesión en la Iglesia. Desde el momento en que reconocemos que no hay varios señores de la Iglesia sino que Uno Solo es el Jefe Supremo, desaparecen los deseos de dominar y tener señorío sobre las heredades del Señor.

UNA FE: Existe un cuerpo de doctrinas que se llaman fundamentales sobre las cuales no pueden haber diferencias de criterio. Estas doctrinas se refieren al plan de salvación anunciado por el Apóstol Pedro el día del nacimiento de la verdadera iglesia de Dios. Es a saber


  • ARREPENTIMIENTO, BAUTISMO en agua por inmersión en el Nombre de JESUCRISTO para remisión de los pecados y el BAUTISMO del Espíritu Santo con la señal inicial de hablar en otras lenguas. Sobre esto no deben haber divergencias.

UN BAUTISMO: Si hay alguna doctrina que haya causado las más profundas divisiones en el llamado Cristianismo, es esta del bautismo. Pero Pablo habla de un solo bautismo, y este bautismo debe ser de acuerdo con el plan anunciado por el Señor a Nicodemo. O sea el nacimiento de agua y del Espíritu. Estos dos elementos, agua y Espíritu, constituyen el solo bautismo de que nos habla el pasaje que comentamos.

UN DIOS Y PADRE: De todas las siete unidades, esta de la fe en un solo Dios, es la más importante. El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor UNO es. Cuando todos llegamos a entender y conocer y creer que no existe sino un solo Dios, y todos tributamos adoración a este Dios indivisible, este hecho constituye la más grande fuerza de unidad en la Iglesia.

Otro motivo de unidad en la iglesia lo constituye la comprensión de parte de los Ministros de que nuestros ministerios son dones concedidos por el mismo Señor a la Iglesia como un Cuerpo.

De manera que el verdadero Ministro debe estar dispuesto a ministrar a la Iglesia en general donde quiera que sus servicios sean requeridos. Los diferentes Ministerios se deben, no a la habilidad o piedad personal, sino a la gracia que recibimos conforme a la medida del don de Cristo. Y esta gracia debe ser usada para la perfección de los santos, para la obra del ministerio, en la fe al conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo.

Este despliegue de los diferentes ministerios por toda la Iglesia en general causa el crecimiento de los creyentes y su afirmación en la fe a fin de no ser engañados por la estratagema de los falsos maestros que emplean con astucia los artificios de error.

Pongamos sumo cuidado para que ahora que la Iglesia en Colombia ha llegado, por la gracia de Dios, a este grado de crecimiento y desarrollo, no vayamos los Ministros a tener criterio de orden local solamente y busquemos sólo la comodidad personal y no la edificación del Cuerpo de Cristo tal como se presenta en la Epístola a los Efesios.


Domingo Zúñiga Cortés
Superintendente de la IPUC

Tomado del HERALDO DE LA VERDAD
Enero 1969, No. 81

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