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sábado, 11 de agosto de 2012

La Música en la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia


Iglesia Pentecostal Unida de Colombia

Por Eduardo Forero Peralta y Gerardo Murillo Rodas

Tomado del Capítulo 3 del libro Una Historia que no Termina, Tomo II, La Consolidación de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia. Páginas 230-237. Primera edición © 2008 IPUC


Es un buen momento para hablar del papel que ha desempeñado la música en la iglesia.

Desde que se formaron las primeras congregaciones evangélicas en Colombia, el acordeón, el órgano y el piano, acompañaban las alabanzas del pueblo. En nuestra iglesia, la música ha estado al lado de la predicación del evangelio, desde sus comienzos. Por lo menos, cinco de las esposas de los misioneros: Abigaíl, Fayetta, Mollie, Grace Helen y Sallie, tenían alguna formación musical.

Campo Elías Bernal recordaba que lo que más le impactó la primera vez que observó un culto en Bucaramanga en el año treinta y siete fue <<ver  y oír a ese grupo como de diez personas cantando y a la hermana Abigaíl acompañando en un órgano de pedal>>.

En primera instancia fueron las esposas de los misioneros las que tuvieron a su cargo la dirección de la música de los cultos. Pero a medida que la iglesia colombiana fue creciendo, aparecieron los primeros exponentes nativos que al lado de los misioneros aprendieron a ejecutar algunos instrumentos como fueron: Jorge Blanco, María Laya, Carlos Fontalvo, Luis Carlos Fontalvo y Manuel Bernal. El mismo hermano Campo Elías Bernal recordaba que había aprendido a interpretar el piano con la misionera Grace Helen Ball. Así mismo, los hermanos Ospina dominaban algunos instrumentos, porque habían sido formados en la iglesia Unión Misionera.

Aunque en los himnos se mantenía un estilo muy solemne, poco a poco en los coros que se cantaban fue introduciéndose un aire musical más autóctono con ritmos colombianos como la cumbia y el paseo. También apareció la guitarra, un instrumento arraigado en la zona andina colombiana, y que era fácil de llevar a un culto al aire libre o a una vereda. Se recuerda a Alfredo Montenegro como ese evangelista que para todos lados cargaba su Biblia y su guitarra.

Hno. Alfredo Montegro
Y con la guitarra entraron aires populares propios del pueblo colombiano como el bambuco, la guabina, el bolero, etc.

En los años cincuenta aparecieron los primeros instrumentos de percusión sencilla. Los hermanos de la costa introdujeron al culto, como expresión de alabanza, las maracas, la charrasca, marimba de suncho, tumbadoras y cajas. Sin embargo se recuerda que cuando Alfredo Montenegro llegó a pastorear la iglesia central de Barranquilla, sus pequeños hijos tenían un grupo musical que usaba charrascas y algún otro instrumento para llevar el ritmo.

En esa época se formó en dicha iglesia un grupo de jovencitos que usaban también las maracas, la charrasca, etc. Luis Carlos Fontalvo comenzaba a hacer sus pinitos interpretando el acordeón. Juan Ángel Ríos recuerda que ocasionalmente junto con Luis Carlos Fontalvo y Orlando Suárez formaban un trió para cantar en las convenciones.

José Manuel Castro comenta que los primeros que llevaron tambores y maracas a la convención fueron los hermanos de Casacará, los cuales fueron invitados por el hermano Larsen para amenizar la alabanza en los cultos. Eso causó revuelo y comentarios en algunos que no estaban acostumbrados a ese tipo de expresión en el culto a Dios y seguramente les evocaba recuerdos de su vida mundana. Pero la iglesia estaba en un proceso de formación y todos esos elementos se estaban mezclando para darle en el futuro, un poco más de identidad.

Ya en 1962 se organizó el coro nacional con base en lo que había en las iglesias locales de Barranquilla, Armenia, y otros lugares. Mediante una convocatoria que promovió la hermana Mollie de Thompson, se le dio el nombre de <<coro nacional>>, porque en las convenciones se reunía para cantar. El cupo era limitado, así que las iglesias grandes (Barranquilla, Cali, Armenia, Medellín, Bogotá, Palmira, y Bucaramanga) tenían derecho a ocho cupos cada uno, en tanto que las otras, a cuatro. Las condiciones para pertenecer eran las siguientes: <<tener buena voz, virtudes de consagración, buen testimonio, espiritualidad y voluntad de cantar para el Señor>>.

Puede notarse que se le daba más importancia a lo espiritual que a los conocimientos musicales. El estado de desarrollo de la iglesia y los conceptos acerca del servicio a Dios, parecieran determinar estos criterios.

Muchos de los que hoy son líderes de la iglesia, se conocieron al formar parte del coro nacional y recuerdan con emoción la camaradería que se daba en los ensayos y el repertorio de aquel entonces. Los himnos más recordados son: <<Maestro se encrespan las aguas>>, <<Engrandecido sea Dios>>, etc.

Se han usado varios himnarios en el transcurso de la historia de nuestra iglesia: Himnos de la Vida Cristiana, Himnos de Gloria, Arpa y Voz de Salmodia y Lluvias de Bendición, que fue el que más afianzamiento tuvo. El énfasis de la himnología en el principio fue cristocéntrica y giraba en torno a doctrinas como la Gracia, la Redención y la Escatología.

En cuanto la forma la oficiar el culto, la dinámica era la siguiente: La lectura antifonal, dos himnos y dos coros, testimonios, la ofrenda y la exposición de la palabra.

En una ocasión el hermano Álvaro Torres recuerda que sintió de Dios comenzar el culto de una manera diferente. Así que lo inició invitando a cada uno de los asistentes a citar un verso de la Escritura. Pero Dios por su Espíritu guió a los hermanos para que dijeran, uno tras otro, versículos que hablaban del Espíritu Santo y después de tres o cuatro participaciones se derramó el poder de Dios en forma espontánea. De manera que esa experiencia fue una demostración que aunque el culto tiene un orden, sin embargo debemos dejarnos guiar por el Espíritu Santo para que Él haga lo que quiera.

En el año 1965 fue inaugurado el templo de la iglesia Central de Pereira, dedicación que estuvo a cargo del misionero Lewis H. Morley. En dicha inauguración se dio a conocer un trío formado por Omar Clavijo, su hermano Arly y Gustavo Rincón, jóvenes creyentes de esa ciudad. Estos se unieron y formaron el grupo, al que denominaron <<Los Heraldos del Rey>>. Los hermanos Clavijo habían sido cantantes de música popular de cuerda, pero cuando conocieron el evangelio decidieron poner ese talento al servicio de Dios.

Como Campo Elías Bernal les hiciera caer en cuenta, después de que cantaron en uno de los cultos de dedicación, que ya existía un cuarteto famoso llamado de la misma manera, les propuso que, para darle identidad y sentido de pertenencia al trío, le pusieran el nombre <<Los Clarines del Rey>>.

Los Clarines del Rey. El trío más antiguo de la IPUC. De izquierda a derecha: Amador Sánchez
(quien reemplazó a Arly Clavijo, uno de los pioneros), Gustavo Rincón y Omar Clavijo
Con ese nombre comenzaron a incursionar en las convenciones y confraternidades recorriendo todo el país. También estuvieron en Ecuador durante nueve meses colaborando en confraternidades y eventos evangelísticos que organizaron las iglesias.

Fueron usados grandemente por Dios y sus ritmos de bambuco, bolero y vals fueron conocidos en toda la iglesia en Colombia.

Motivados por Manuel y Noel Ospina, grabaron el primer volumen en Bogotá en 1967. El pastor Roberto Junkar lo patrocinó completamente.

En ese entonces no había consolas ni canales de grabación, sino que se grababa con muy pocos recursos técnicos. A propósito de esto, Omar Clavijo, en la misma entrevista recuerda que: <<Nos tocaba grabar desde que empezaba la canción hasta que salía la última nota sin derecho a equivocarnos, porque si no, se tenía que volver a empezar desde el principio… así que fue una jornada maratónica>>. [1]

Los hermanos de la época recuerdan con emoción algunas canciones que interpretaba el trío: El dulce nombre de Jesús, Era la Voz de Dios, Seguiré adelante, Iba Jesús predicando, Sé fiel ministro, El Rey de Israel, El Barco de salvación, En mi juventud y otros.

A través de estas canciones muchas personas llegaron a los pies de Cristo y muchos fueron renovados. Todo ello es prueba de que los alcances del ministerio musical no se pueden medir y que la música ha sido y es un medio importante que Dios ha permitido usar para la salvación de la gente.

De forma particular el hermano Omar Clavijo recuerda la conversión de un joven en plena plaza pública. Fue en la ciudad de Tuluá, en una <<campaña evangelística>> en el parque Caicedo, mientras cantaban el himno El Prisionero. El joven estaba borracho, pero de repente corrió hacia el lugar donde se celebraba el culto y cayó de rodillas, en señal de que se entregaba al Señor.

Era Gerardo Murillo, que llevaba tres días de estar ingiriendo licor. Pero escuchó ese cántico y Dios tocó su corazón. Enseguida se levantó de la mesa, pagó la cuenta, se despidió de sus amigos para siempre y corrió al centro del parque para entregarse a Cristo. No olvidemos que este joven había escuchado el evangelio por medio de su madre y su hermana, pero había sido rebelde al llamado de Dios. Hoy, Gerardo Murillo, quien es pastor y evangelista, recuerda con emoción, que lo que nadie pudo hacer, lo hizo Dios a través de una melodía cristiana interpretada por Los Clarines del Rey. [2]
  
  
Referencias

[1] Omar Clavijo. Entrevista concedida a Gerardo Murillo Rodas. Pereira, septiembre 23 de 2006.
[2] Gerardo Murillo Largacha. Entrevista concedida a Gerardo Murillo Rodas. Bucaramanga, octubre 28 de 2006.                   

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