Desde Génesis 1:11-12, Dios estableció el principio de que todo se reproduzca según su género y todavía es así. Las semillas se reproducen según su naturaleza, las bestias, los peces, las aves y los seres humanos.
Uno nace de lo que fue engendrado. Santiago nos dice “Amados hermanos míos, no erréis. Toda Buena dádiva y don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el que no hay mudanza, ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos ha engendrado, nos hizo nacer por la palabra de Verdad, para que seamos primicias de su creación.” (Santiago 1:16-18). Y el apóstol Pedro dice “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra mala manera de vivir, la cual recibisteis (heredasteis) de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la Sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni contaminación.
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre, y esa es la Palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada.” (1 Pedro 1:18-25)
La enseñanza del Nuevo Nacimiento está en las Epístolas, como todas las demás doctrinas fundamentales. Por esto los primeros discípulos perseveraban en la doctrina de los Apóstoles. Dicho de otra manera, los primeros cristianos sabían que los apóstoles fueron elegidos, llamados, instruidos (tres años y medio, 24 horas al día y siete días a la semana) y además fueron enviados por el Señor Jesucristo (Juan 15:16). Por esto la Doctrina y la Iglesia son Apostólicas, no por una razón social, sino porque a ellos se les reveló las distintas Doctrinas.
Un claro ejemplo de ello lo tenemos en la doctrina de la Iglesia. El Señor Jesús, sólo habló dos veces de la Iglesia “Sobre esta Roca edificaré mi Iglesia.” (Mateo 16:18); y “Si no oye, dilo a la Iglesia” (Mateo 18:17). En todo su Ministerio sólo dijo esto de la Iglesia. Pero Pablo escribió 13 cartas y en todas ellas habla de la Iglesia, especialmente en la carta a los Efesios, donde el apóstol describe la Iglesia desde su elección antes de la fundación del mundo, hasta el recogimiento. Ella fue un “misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.” (Efesios 3:5). Otro ejemplo claro es la doctrina del Nuevo Nacimiento. El Señor Jesús sólo le dijo a Nicodemo dos cosas: Primero, que el que no nace otra vez, no puede ver el Reino de Dios (Juan 3:3). Y segundo “Así como Moisés levanto la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:14-15).
El verso cinco de Juan tres es una repetición y ampliación del verso tres, porque Nicodemo al oír que tenía que nacer de Nuevo, pensó en cómo volver al vientre de su mamá y nacer. El apóstol Pablo, nos dice que él “nos Salvó…” (2 Timoteo 1:9) y luego en Tito 3:5 nos explica:
Uno nace de lo que fue engendrado. Santiago nos dice “Amados hermanos míos, no erréis. Toda Buena dádiva y don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el que no hay mudanza, ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos ha engendrado, nos hizo nacer por la palabra de Verdad, para que seamos primicias de su creación.” (Santiago 1:16-18). Y el apóstol Pedro dice “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra mala manera de vivir, la cual recibisteis (heredasteis) de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la Sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni contaminación.
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre, y esa es la Palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada.” (1 Pedro 1:18-25)
La enseñanza del Nuevo Nacimiento está en las Epístolas, como todas las demás doctrinas fundamentales. Por esto los primeros discípulos perseveraban en la doctrina de los Apóstoles. Dicho de otra manera, los primeros cristianos sabían que los apóstoles fueron elegidos, llamados, instruidos (tres años y medio, 24 horas al día y siete días a la semana) y además fueron enviados por el Señor Jesucristo (Juan 15:16). Por esto la Doctrina y la Iglesia son Apostólicas, no por una razón social, sino porque a ellos se les reveló las distintas Doctrinas.
Un claro ejemplo de ello lo tenemos en la doctrina de la Iglesia. El Señor Jesús, sólo habló dos veces de la Iglesia “Sobre esta Roca edificaré mi Iglesia.” (Mateo 16:18); y “Si no oye, dilo a la Iglesia” (Mateo 18:17). En todo su Ministerio sólo dijo esto de la Iglesia. Pero Pablo escribió 13 cartas y en todas ellas habla de la Iglesia, especialmente en la carta a los Efesios, donde el apóstol describe la Iglesia desde su elección antes de la fundación del mundo, hasta el recogimiento. Ella fue un “misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.” (Efesios 3:5). Otro ejemplo claro es la doctrina del Nuevo Nacimiento. El Señor Jesús sólo le dijo a Nicodemo dos cosas: Primero, que el que no nace otra vez, no puede ver el Reino de Dios (Juan 3:3). Y segundo “Así como Moisés levanto la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:14-15).
El verso cinco de Juan tres es una repetición y ampliación del verso tres, porque Nicodemo al oír que tenía que nacer de Nuevo, pensó en cómo volver al vientre de su mamá y nacer. El apóstol Pablo, nos dice que él “nos Salvó…” (2 Timoteo 1:9) y luego en Tito 3:5 nos explica:
a. ¿De qué nos salvo? De lo que éramos en otro tiempo, rebeldes, extraviados, etc. (v.3)
b. ¿Cómo nos Salvo? “No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. (v.5)
c. ¿Para qué nos salvó? “Para que justificados por su Gracia, viniésemos (Llegásemos) a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. (v.7)
Todos los Textos citados demuestran que, primero: La Palabra de Dios es la simiente que engendra y de ella nacemos otra vez. Y Segundo: La Palabra es el agua que lava y limpia y regenera. Jesucristo dijo “Vosotros sois limpios por la por la Palabra que os he hablado” (Juan 15:3). También dijo, oró “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). El apóstol Pablo lo escribió así “Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra.” (Efesios 5:26). Y el apóstol Pedro lo dijo así “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia la Verdad.” (1 Pedro 1:22).
Por lo tanto, el bautismo en agua no es el nacimiento de agua, porque el agua no es una simiente y por lo mismo no puede engendrar nada. El Bautismo en agua es la sepultura, como lo enseña claramente Romanos 6:3-7, y no puede ser nacimiento y muerte al mismo tiempo. El bautismo es la sepultura del hombre viejo, del adámico, para dar paso a la nueva criatura en Cristo, producto de la simiente de la Palabra de Dios. Un ejemplo natural nos lo explica: Ninguna mujer sabe el momento en el que queda embarazada. Ella supone que está embarazada porque tiene síntomas en su organismo, y por esto se hace una prueba, y cuando comprueba que esta embarazada comienza a esperar un niño. Así también la persona que ha recibido la Palabra de Dios comienza a tener síntomas, sus pensamientos y sentimientos comienzan a cambiar y por lo mismo sus hechos.
Cuando esto sucede, el hombre es nueva criatura y por lo mismo va a sepultar el Viejo hombre en el bautismo, para la remisión y perdón de sus pecados y recibir el don del Espíritu Santo. El Nuevo Nacimiento es un proceso que consiste en engendrar, concebir, gestar y nacer. Este nacimiento es de agua y del Espíritu y es un sólo nacimiento. Porque la Palabra no sólo es el agua sino que también las Palabras del Señor son Espíritu y vida (Juan 5:24-25; 6:63). El Bautismo del Espíritu, no es el nacimiento del Espíritu, sino el testimonio de que somos hijos de Dios (Juan 1:34, Romanos 8:14-16; Hechos 15:8). Es el sello y las arras de nuestra herencia (Efesios 1:13-14). El bautismo del Espíritu es para los hijos, (Juan 14:18; Gálatas 4:4-6). El perfecto ejemplo de esto es el mismo Jesucristo: Cuando él fue al Jordán para ser bautizado, y el Espíritu descendió como paloma sobre él, él ya tenia 30 años de haber nacido de la Palabra, porque Él es el Verbo hecho carne, y como bien dice Juan, es el testimonio de Dios de que él es su Hijo amado.
Escrito por Eliseo Duarte
Misionero IPUL
¡Bendicines Hno. Jorge!
ResponderEliminar¡Muy importante e interesante este tema del nuevo nacimiento!
No quiero extenderme en el comentario así que resumiré.
Me gustaría conocer su posición respecto al tema teniendo en cuenta las posiciones doctrinales (Referente al Nuevo Nacimiento) del Hno. David K. Bernard y del Hno. Julio Cesar Clavijo.
¡Paz de Cristo!