Por
Jorge Isaac Manzano
Profesor
de Historia de la Iglesia
Introducción
El
nuevo nacimiento es una doctrina fundamental que nos habla acerca del plan de
salvación de Dios para con el hombre, y nos enseña de qué manera podemos entrar
al reino de Dios. Han surgido tres interpretaciones principales acerca de cómo
sucede el nuevo nacimiento, y más aún, de cuál es el significado de las
palabras de nuestro Señor Jesucristo acerca del nacer de agua y del Espíritu.
I.
Nacer de Agua y del Espíritu como una Referencia al Bautismo en Agua y al
Bautismo del Espíritu Santo [1]
El nacimiento de agua ocurre cuando Dios perdona los pecados
en el bautismo en agua. Muchos teólogos a lo largo de la historia de la iglesia
han apoyado esta interpretación, en particular los líderes de la iglesia
primitiva y los luteranos. Aceptamos esta idea por varias buenas razones:
(1)
Es el resultado de una lectura sincera y literal del texto. El bautismo es el
único uso significativo de agua en la iglesia neotestamentaria, de manera que
si lo interpretamos literalmente, el agua indica el bautismo en agua. Por lo
general, la iglesia primitiva usaba el término agua para significar el bautismo
en agua. Por ejemplo, Pedro preguntó con respecto a Cornelio y su casa, “¿Puede
acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos. . .?” (Hechos
10:47). Juan mismo empleó el término agua de una manera literal cuando dijo que
el Espíritu, el agua, y la sangre concuerdan en el único propósito de la
salvación (1 Juan 5:8); si el Espíritu y la sangre son literales, entonces agua
es literal. El Comentario del Púlpito concuerda en que 1 Juan 5:6-8 se refiere
al bautismo en agua. El teólogo bautista Beasley-Murray ha comentado que Juan
3:5 se refiere al bautismo en agua: “En un tiempo cuando en vista del último
día, el empleo del agua para limpieza había tomado la forma específica del
bautismo, es difícil aceptar seriamente cualquier otra referencia fuera del
bautismo.”
(2)
El contexto de Juan 3:5 sugiere fuertemente el bautismo en agua. Juan 1:25-34 y
3:23 hablan del ministerio bautismal de Juan el Bautista. Juan 3:22 y Juan 4:1-2
describen los bautismos administrados por los discípulos de Cristo y bajo su
autoridad. En este contexto, la comprensión más natural acerca del agua es el
bautismo en agua. Esta idea es apoyada por Los Comentarios Tyndale del Nuevo
Testamento: “A la luz de la referencia a la práctica del bautismo en agua
realizada por Jesús en el versículo 22, es difícil no traducir conjuntamente
las palabras del agua y del Espíritu, y no pensar de ellas como una descripción
del bautismo cristiano en que la limpieza y la dotación son ambas elementos
esenciales.”
(3)
Este es el único significado que se podría esperar que Nicodemo entendiera.
Como un líder religioso judío, Nicodemo conocía las limpiezas ceremoniales del
Antiguo Testamento así como el bautismo del prosélito judío. Más importante, él
tenía el testimonio de Juan el Bautista, porque todos los líderes religiosos
judíos de su día conocían muy bien el bautismo de Juan (Lucas 20:1-7). Tanto el
bautismo del prosélito judío como el bautismo de Juan eran parte de la
conversión y el arrepentimiento, entonces Nicodemo no se debe de haber
confundido cuando Jesús habló del agua como una parte para hacer un nuevo
esfuerzo hacía Dios. De hecho, puede ser que Jesús ya había autorizado a sus
discípulos a bautizar, como se ve solo unos versículos después (Juan 3:22;
4:1-2).
(4)
Hay un solo bautismo (Efesios 4:5), pero la Biblia enseña claramente tanto el
bautismo en agua como el bautismo del Espíritu. Podemos reconciliar esta
aparente contradicción por reconocer que el bautismo en agua y el bautismo del
Espíritu son dos partes de una sola cosa y que una parte es incompleta sin la
otra. Hablando doctrinalmente, si uno es parte del nuevo nacimiento, el otro
también debe ser parte.
(5)
Dios perdona los pecados en el bautismo en agua. Por tanto, el bautismo debe
ser parte del nuevo nacimiento, porque ¿cómo podría haber una nueva vida
espiritual sino hasta que la vieja vida de pecado se haya borrado? Hasta que
los pecados sean lavados y su castigo llevado lejos, no puede haber ninguna
vida eterna en el reino de Dios.
(6)
Tito 3:5 es un versículo que acompaña a Juan 3:5, y al parecer se refiere al
bautismo en agua. “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo.” La regeneración, simplemente significa el
nuevo nacimiento, así que aquí vemos un segundo pasaje que identifica al agua y
al Espíritu con el nuevo nacimiento. La redacción de este versículo se refiere
al bautismo en agua en lugar de las otras alternativas. Describe un hecho
específico de lavamiento que es una obra distinta a la del Espíritu.
Muchas
traducciones enfatizan la connotación de un hecho específico: “el lavatorio de
la regeneración” (Conybeare), “el baño del nuevo nacimiento” (Rotherham), “el
baño de la regeneración” (Weymouth), y “el agua del renacimiento” (la Nueva
Biblia Inglesa). Este hecho de lavamiento es una limpieza del pecado, y esto
nos recuerda las instrucciones de Ananías a Pablo: “Levántate y bautízate, y
lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16). Pablo recontó la
historia en Hechos 22 y escribió las palabras en Tito 3, entonces probablemente
Él estaba consciente del pensamiento paralelo.
La
conclusión es ineludible: “el lavamiento de la regeneración,” que significa “el
nuevo nacimiento de agua,” es el lavamiento de los pecados en el bautismo en
agua. De hecho, según Bloesch, “los eruditos bíblicos generalmente están de
acuerdo que el lavado de la regeneración se refiere al rito del bautismo.”
(7)
Muchos otros pasajes juntan el bautismo en agua y el bautismo del Espíritu en
el mensaje de la salvación y enfatizan el papel importante del bautismo en la
salvación.
Los
que se oponen a esta idea, por lo general protestan que así se hace que la
salvación sea dependiente del bautismo en agua, y de ese modo se niega que la
salvación viene solo por la gracia y por la fe. Por supuesto, sin el
arrepentimiento del pecado y sin fe en el sacrificio de Jesucristo, el bautismo
en agua no tiene valor. No hay poder salvador ni en el agua misma ni en las
acciones del hombre en el bautismo en agua. El nacimiento de agua no es el
hecho humano sino el hecho de Dios en perdonar los pecados. El bautismo en agua
en sí mismo no es un hecho salvador, y el nacimiento de agua depende totalmente
de la gracia de Dios. Tito 3:5 demuestra que se puede dar todo el crédito a
Dios por la salvación y a la vez enfatizar el papel del bautismo en agua en el
nuevo nacimiento.
A
lo largo de la historia de la salvación, Dios ha requerido siempre la
obediencia a su Palabra como una parte de la fe, y esto no contradice su plan
de salvación por gracia por medio de la fe. Al identificar el nacimiento de
agua como la obra de Dios en el bautismo en agua, no detraemos de su gracia o
de su posición como nuestro único Salvador.
Una
segunda objeción es que los santos del Antiguo Testamento no se bautizaban en
agua como los creyentes del día de hoy. No obstante, tampoco recibían el
Espíritu como los creyentes del día de hoy (Juan 7:38-39). Los santos del
Antiguo Testamento no nacían de nuevo en el sentido que Jesús describió y
estableció para la iglesia
neotestamentaria.
El nacimiento del Espíritu es la operación del Espíritu Santo en
la salvación del hombre. Esta es la lectura literal de Juan 3:5-8, y nadie
disputa seriamente esto. Aunque algunos están de acuerdo de que el nacimiento
del Espíritu significa la recepción del Espíritu de Dios para morar en la vida
de uno, hay alguna diferencia de opinión acerca de si esto es idéntico al
bautismo del Espíritu o no. La mayoría de los protestantes identifican la
recepción del Espíritu Santo con el bautismo del Espíritu Santo, aunque ellos
por lo general rechazan la señal de hablar en lenguas. Por eso Bloesch declaró,
“insistimos que el bautismo del Espíritu no debe distinguirse del nuevo
nacimiento.” Adam Clarke también igualó el nacimiento del Espíritu con el
bautismo del Espíritu. En la iglesia neotestamentaria, el nacimiento del
Espíritu, el don del Espíritu, recibir el Espíritu, y el bautismo del Espíritu
son todos uno y el mismo.
(1)
En base a las profecías del Antiguo Testamento acerca del derramamiento del
Espíritu, Jesús indudablemente esperaba que Nicodemo entendiera lo que Él quiso
decir acerca del nacimiento del Espíritu. En particular, Nicodemo debió haber
conocido la profecía de Joel que Pedro aplicó al bautismo del Espíritu en el
Día de Pentecostés (Hechos 2:16-18).
(2)
Juan el Bautista prometió explícitamente el bautismo del Espíritu (Marcos 1:8).
Sin duda, Nicodemo conocía el ministerio de Juan y debe de haber estado
esperando su cumplimiento.
(3)
El Libro de los Hechos enseña que recibimos el Espíritu cuando somos bautizamos
con el Espíritu. Jesús les mandó a los discípulos que esperasen la promesa del
Padre. El describió esto como ser “bautizados con el Espíritu Santo” (Hechos
1:4-8). Los discípulos recibieron esta promesa en el Día de Pentecostés cuando
fueron “llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4). Pedro prometió esta misma
experiencia que él llamó “el don del Espíritu Santo,” a los espectadores
arrepentidos en aquel día (Hechos 2:38-39). Cuando Cornelio y su casa
recibieron la misma experiencia, la Biblia lo describe de varias maneras: “el
Espíritu Santo cayó sobre todos,” sobre ellos “se derramó el don del Espíritu
Santo,” y ellos “recibieron el Espíritu Santo” (Hechos 10:44-48). Pedro lo
identificó como el don y el bautismo del Espíritu Santo (Hechos 11:15-17). En
resumen, el Libro de los Hechos iguala todas las descripciones de la obra
salvadora del Espíritu con el bautismo del Espíritu Santo.
(4)
Algunos dicen que el nacimiento del Espíritu se refiere al Espíritu que mora en
los creyentes sin el bautismo del Espíritu. Sin embargo, es una contradicción
de términos decir que el Espíritu mora en alguien aunque no haya recibido el
Espíritu. Para dar un justo significado a las palabras, para que more el
Espíritu se debe empezar con recibir el Espíritu — ser lleno con — el Espíritu,
o ser bautizado con el Espíritu.
(5)
1 Corintios 12:13 demuestra que la obra del Espíritu en la salvación es el
bautismo del Espíritu: “Porque por un solo Espíritu somos bautizados en un solo
cuerpo.”
(6)
Muchos otros pasajes enfatizan la necesidad del bautismo del Espíritu y lo
relacionan con el bautismo en agua como una parte del mensaje de la salvación.
II.
Nacer de Agua y del Espíritu como el Resultado de Haber Sido Engendrado por la
Palabra de Dios y Haber Nacido de Ella [2]
Desde Génesis 1:11-12, Dios estableció el
principio de que todo se reproduzca según su género y todavía es así. Las
semillas se reproducen según su naturaleza, las bestias, los peces, las aves y
los seres humanos.
Uno nace de lo que fue engendrado. Santiago
nos dice “Amados hermanos míos, no erréis. Toda Buena dádiva y don perfecto
desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el que no hay mudanza, ni
sombra de variación. Él, de su voluntad, nos ha engendrado, nos hizo nacer por
la palabra de Verdad, para que seamos primicias de su creación.” (Santiago
1:16-18). Y el apóstol Pedro dice “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra
mala manera de vivir, la cual recibisteis (heredasteis) de vuestros padres, no
con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la Sangre preciosa de
Cristo, como de un cordero sin mancha ni contaminación.
Siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece
para siempre, y esa es la Palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada.”
(1 Pedro 1:18-25)
La enseñanza del Nuevo Nacimiento está en las Epístolas, como todas las
demás doctrinas fundamentales. Por esto los primeros discípulos perseveraban en
la doctrina de los apóstoles. Dicho de otra manera, los primeros cristianos
sabían que los apóstoles fueron elegidos, llamados, instruidos (tres años y
medio, 24 horas al día y siete días a la semana) y además fueron enviados por
el Señor Jesucristo (Juan 15:16). Por esto la Doctrina y la Iglesia son
Apostólicas, no por una razón social, sino porque a ellos se les reveló las
distintas Doctrinas.
Un claro ejemplo de ello lo tenemos en la
doctrina de la Iglesia. El Señor Jesús, sólo habló dos veces de la Iglesia
“Sobre esta Roca edificaré mi Iglesia.” (Mateo 16:18); y “Si no oye, dilo a la
Iglesia” (Mateo 18:17). En todo su Ministerio sólo dijo esto de la Iglesia.
Pero Pablo escribió 13 cartas y en todas ellas habla de la Iglesia,
especialmente en la carta a los Efesios, donde el apóstol describe la Iglesia
desde su elección antes de la fundación del mundo, hasta el recogimiento. Ella
fue un “misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de
los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el
Espíritu.” (Efesios 3:5).
Otro ejemplo claro es la doctrina del Nuevo Nacimiento. El Señor Jesús sólo le dijo a Nicodemo
dos cosas: Primero, que el que no nace otra vez, no puede ver el Reino de Dios
(Juan 3:3). Y segundo “Así como Moisés levanto la serpiente en el desierto, así
es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en
Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:14-15).
El verso cinco de Juan tres es una
repetición y ampliación del verso tres, porque Nicodemo al oír que tenía que
nacer de Nuevo, pensó en cómo volver al vientre de su mamá y nacer. El apóstol
Pablo, nos dice que él “nos Salvó…” (2 Timoteo 1:9) y luego en Tito 3:5 nos
explica:
a. ¿De qué nos salvó? De lo que éramos en
otro tiempo, rebeldes, extraviados, etc. (v.3)
b. ¿Cómo nos salvó? “No por obras de
justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el
lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. (v.5)
c. ¿Para qué nos salvó? “Para que
justificados por su gracia, viniésemos (llegásemos) a ser herederos conforme a
la esperanza de la vida eterna”. (v.7)
Todos los textos citados demuestran que,
primero: La Palabra de Dios es la simiente que engendra y de ella nacemos otra
vez. Y segundo: La Palabra es el agua que lava y limpia y regenera. Jesucristo
dijo “Vosotros sois limpios por la por la Palabra que os he hablado” (Juan
15:3). También oró “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan
17:17). El apóstol Pablo lo escribió así “Para santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua por la Palabra.” (Efesios 5:26). Y el
apóstol Pedro lo dijo así “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia
la Verdad.” (1 Pedro 1:22).
Por lo tanto, el bautismo en agua no es el
nacimiento de agua, porque el agua no es una simiente y por lo mismo no
puede engendrar nada. El Bautismo en agua es la sepultura, como lo enseña
claramente Romanos 6:3-7, y no puede ser nacimiento y muerte al mismo tiempo.
El bautismo es la sepultura del hombre viejo, del adámico, para dar paso a la
nueva criatura en Cristo, producto de la simiente de la Palabra de Dios. Un
ejemplo natural nos lo explica: Ninguna mujer sabe el momento en el que queda
embarazada. Ella supone que está embarazada porque tiene síntomas en su
organismo, y por esto se hace una prueba, y cuando comprueba que está
embarazada comienza a esperar un niño. Así también la persona que ha recibido
la Palabra de Dios, comienza a tener síntomas, sus pensamientos y sentimientos
comienzan a cambiar y por lo mismo sus hechos.
Cuando esto sucede, el hombre es nueva
criatura y por lo mismo va a sepultar el viejo hombre en el bautismo, para la
remisión y perdón de sus pecados y recibir el don del Espíritu Santo. El nuevo
nacimiento es un proceso que consiste en engendrar, concebir, gestar y nacer.
Este nacimiento es de
agua y del Espíritu y es un sólo nacimiento. Porque la Palabra no sólo es
el agua sino que también las Palabras del Señor son Espíritu y vida (Juan
5:24-25; 6:63). El Bautismo
del Espíritu, no es el nacimiento del Espíritu, sino el testimonio de que somos
hijos de Dios (Juan 1:34, Romanos 8:14-16; Hechos 15:8). Es el sello y las
arras de nuestra herencia (Efesios 1:13-14). El bautismo del Espíritu es para
los hijos, (Juan 14:18; Gálatas 4:4-6). El perfecto ejemplo de esto es el mismo
Jesucristo: Cuando él fue al Jordán para ser bautizado, y el Espíritu descendió
como paloma sobre él, él ya tenía 30 años de haber nacido de la Palabra, porque
Él es el Verbo hecho carne, y como bien dice Juan, es el testimonio de Dios de
que él es su Hijo amado.
En el Manual de la Iglesia Pentecostal
Unida de Colombia [3] encontramos el artículo de fe sobre el nuevo nacimiento de
la siguiente manera:
El Nuevo Nacimiento es el resultado de haber sido
engendrado por la Palabra y haber nacido de ella, y se refleja en la persona
mediante el arrepentimiento, la conversión y la obediencia al evangelio.
"Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Juan 3:3). "De modo
que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). "Él, de su
voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de
sus criaturas" (Santiago 1:18). "Habiendo purificado nuestras almas
por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no
fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos,
no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que
vive y permanece para siempre" (1 Pedro 1:22, 23). "Todo aquel que es
nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en
él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Juan 3:9). "Porque todo
lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido
al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5:4).
III.
Nacer de Agua y del Espíritu como una Referencia al Nacimiento Natural y al
Nacimiento Espiritual
Los
teólogos han propagado muchas teorías sobre el significado del nacer de agua.
Una de estas interpretaciones es que el nacer de agua se refiere al nacimiento
natural que es acompañado de un flujo de líquido amniótico acuoso. El nacer de
agua es comparable con el nacimiento natural en la forma en que este sucede;
antes que una mujer dé a luz a una criatura, debe romper la fuente o bolsa de
aguas.
Una
comparación entre los versículos 7 y 8 de Juan, muestra que “nacer de nuevo” es
equivalente a “nacer del Espíritu”, por lo tanto, “nacer de agua” y “nacer del
Espíritu” nos hablan de distintos eventos, el primero representando al
nacimiento natural y el segunda al nacimiento espiritual.
En
la primera respuesta Jesús le dice a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. De acuerdo a lo
dicho anteriormente, el nuevo nacimiento, es decir, el nacer del Espíritu, es
indispensable para poder ver
el reino de Dios, esto es coherente con las palabras del apóstol Pablo en 1
de Corintios 2:14: “Pero el
hombre natural no percibe las
cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente”.
En el versículo siguiente (v. 4) vemos que Nicodemo relaciona incorrectamente el
nuevo nacimiento con el nacimiento natural, razón por la cual Jesús le responde
por segunda vez diciendo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios”. Aquí podemos observar varias cosas:
(1)
El hombre nacido de mujer, que ha experimentado un nacimiento natural para
entrar a este reino terrenal, que ha sido introducido a este mundo, de igual
manera debe experimentar un nacimiento espiritual que le permita entrar en el
reino de Dios. Jesucristo vino a este mundo a través del nacimiento de agua, es
decir, a través del nacimiento natural: "Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre..." (1 Juan 5:6).
(2) Jesús introduce el nacer de agua y del Espíritu como resultado de la
declaración hecha por Nicodemo con relación al nacimiento físico, él le estaba diciendo a Nicodemo que debía nacer de otro
origen, de otra simiente, de otra naturaleza.
(3) Todos los seres creado por Dios: animales, plantas y el hombre; provienen del agua y por el agua subsisten: "Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste" (2 Pedro 3:5).
El
versículo 5 refuerza la interpretación anterior acerca del nacer de agua como
el nacimiento natural, ya que Jesús hace un paralelo entre lo que es nacido de
la carne (nacimiento natural) y lo que es nacido del Espíritu (nacimiento
espiritual).
El
versículo 8 nos habla del nacimiento espiritual como algo milagroso, una obra
de Dios en la vida del hombre a través de su Espíritu Santo y que está por
encima del entendimiento humano: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su
sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es
nacido del Espíritu”. Esta descripción guarda estrecha relación con lo dicho en
Eclesiastés 11:5: “Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen
los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el
cual hace todas las cosas”.
Posiciones
Doctrinales sobre el Nuevo Nacimiento: Iglesia Pentecostal Unida Internacional
e Iglesia Pentecostal Unida de Colombia
La
Iglesia Pentecostal Unida Internacional que es el grupo de la Unicidad con
mayor número de miembros, ha interpretado el nacer de agua y del Espíritu como
la experiencia del nuevo nacimiento que consiste en bautismo en agua y en
Espíritu. La IPUI es un grupo pentecostal que surgió en 1945 como resultado de
la fusión de la Iglesia Pentecostal Incorporada (1925) y las Asambleas
Pentecostales de Jesucristo (1931).
La
Iglesia Pentecostal Unida de Colombia igualmente se identificaba con este punto
de vista, recordemos que la IPUC surge a partir del trabajo misionero de la
Iglesia Pentecostal del Evangelio Completo en 1937 [4], y
que luego esta iglesia canadiense se fusionó con la IPUI en 1946, por lo tanto,
la obra misionera en Colombia pasó a ser parte de la IPUI adoptando igualmente
sus artículos de fe. La Iglesia Pentecostal Unida de Colombia adquiere su
autonomía en 1967, y a partir de 1969 cuando los misioneros Thompson y Morley
iniciaron su trabajo misionero independiente de la IPUC, surge la Iglesia
Pentecostés Unida Internacional de Colombia. Debido a esta ruptura, la IPUC
dejó de depender administrativamente de la IPUI. [5]
En una carta enviada por el hno. A. Verner
Larsen (primer misionero unicitario enviado a Colombia) el 26 de octubre de
1964, al Rev. E. P. Wickens en New Brunswick, Canadá, se registra lo siguiente:
"Hay muchas necesidades en el campo
misionero, y la oración es una permanente necesidad. Alabamos al Señor por lo
que Él ha hecho y está haciendo. Cada mes, alrededor de cien almas en promedio
entran en el Reino en esta tierra, naciendo otra vez de Agua y Espíritu... Este
mes hemos tenido una campaña evangelística aquí en la ciudad como nunca antes
la habíamos tenido. Fue precedida por un mes de ayuno y oración, seguida por
tres días de Convención de los Jóvenes. Veinticuatro (personas) fueron
bautizadas en el nombre del Señor, y un gran número recibió el bautismo del
Espíritu Santo". [6]
En El Heraldo de la Verdad, edición No. 81 de enero de 1969
encontramos un artículo titulado "La Unidad de los Creyentes",
escrito por el hno. Domingo Zúñiga Cortés, primer Superintendente de la IPUC
después de su autonomía, el cual registra las siguientes palabras: "Si hay
alguna doctrina que haya causado las más profundas divisiones en el llamado
Cristianismo, es esta del bautismo. Pero Pablo habla de un solo bautismo, y este
bautismo debe ser de acuerdo con el plan anunciado por el Señor a Nicodemo. O
sea, el nacimiento de agua y del Espíritu. Estos dos elementos, agua y
Espíritu, constituyen el solo bautismo de que nos habla el pasaje que
comentamos". [7]
Actualmente la IPUC interpreta oficialmente el nacer de agua y del Espíritu
como la experiencia del nuevo nacimiento, que es el resultado de haber sido
engendrado por la Palabra y haber nacido de ella, esta doctrina hace parte de
los artículos fe de la IPUC revisados hasta enero de 2012 [8].
Sería un buen tema de investigación histórica saber en qué momento fue incluida
esta interpretación acerca de la doctrina de nuevo nacimiento en los artículos
de fe de la IPUC. También sería interesante saber en qué momento fue excluido
el artículo de fe sobre la Doctrina
Fundamental, que se expresa de la siguiente manera:
“La
doctrina fundamental y básica de esta organización será el modelo bíblico de la
salvación plena, la cual consiste en arrepentimiento, bautismo por inmersión en
agua en el nombre del Señor Jesucristo para el perdón de pecados, y el bautismo
del Espíritu Santo con la señal inicial de hablar en otras lenguas como el
Espíritu dé que se hablen. Nos esforzaremos en guardar la unidad del Espíritu
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, al mismo tiempo, amonestando a
los hermanos que no contiendan por sus diferentes puntos de vista, trayendo así
la desunión del cuerpo”. [9]
Recordemos que la Doctrina
Fundamental fue propuesta en 1945 por uno de los líderes de las Asambleas
Pentecostales de Jesucristo llamado W. T. Whitherpoon, con el fin de establecer una
declaración de fe con relación al plan de salvación que permitiera la fusión de
la Iglesia Pentecostal Incorporada con la organización antes mencionada. Sobre esta
declaración de fe, Arthur L. Clanton, historiador de la IPUI, anota lo
siguiente:
“Estos hombres habían sido
ministros en sus respectivas organizaciones por muchos años. Sabían, por tanto,
que el principal problema por resolver se refería a la doctrina fundamental de
la nueva organización. Esto se llevó a cabo en las sesiones séptima y octava en
la cual tanto las Asambleas Pentecostales de Jesucristo como la Iglesia
Pentecostal Incorporada creían en el arrepentimiento, el bautismo en agua en el
nombre de Jesucristo, y la recepción del Espíritu Santo con la señal inicial de
hablar en otras lenguas. Para ser un ministro en una u otra organización, se
debía haber obedecido estos preceptos del Evangelio, y se debía enseñarlos y
predicarlos.
Pero, en general, los dos
grupos diferían en la importancia espiritual atribuida a cada uno de estos
"pasos" en el plan de salvación. La gran mayoría de los ministros en
las Asambleas Pentecostales de Jesucristo, creían que el bautismo en agua en el
nombre Jesús remitía los pecados y era el nacimiento del agua. Creían además
que el bautismo del Espíritu Santo era el nacimiento del Espíritu.
La creencia de algunos en
la Iglesia Pentecostal Incorporada era idéntica a ésta. Otros, sin embargo,
creían que la palabra "para" en Hechos 2:38 significaba "a causa
de", y que uno era bautizado porque sus pecados ya habían sido perdonados
en el momento del arrepentimiento, a través de la eficacia de la sangre
derramada por Jesús. La Iglesia Pentecostal Incorporada había aceptado
Ministros que creían de ambas formas, tratando de mantener la unidad del
Espíritu hasta que todos llegaran a la unidad de la fe.
Por lo tanto, es fácil ver
que antes que una fusión se pudiera efectuar, debía haber una doctrina
fundamental con relación al plan de salvación que los ministros de ambos grupos
pudieran conscientemente aceptar.
Tras un breve debate,
Witherspoon dejó la sala del comité, bajó a la Casa Pentecostal de
Publicaciones, pidió prestada una máquina de escribir, y escribió la Doctrina
Fundamental. Sin duda, él estuvo inspirado por Dios ese día. Los miembros del
comité aceptaron esta declaración como doctrina fundamental. Más adelante, fue
aprobada por ambas Juntas Generales y finalmente fue adoptada por las dos
Conferencias Generales”. [10]
El hno. Eliseo Duarte, uno de los pioneros pentecostales de la iglesia en
Colombia, registra en su libro Palabras Memorables, página 455, la transición
doctrinal ocurrida en la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia: "Se ha enseñado y yo lo creía antes, que
una persona cuando es bautizada en agua, nace de agua, y cuando recibe el
Espíritu Santo, nace del Espíritu; pero eso no es así, una persona desde el
momento en que cree, se ha iniciado en el camino, está en el camino; pero uno
no debe buscarle consuelo en el camino porque eso sería estacionarlo". [11]
Es importante también señalar
que en una de las enseñanzas del hno. Eliseo Duarte en la Asamblea Nacional de
Pastores de la IPUC del año 2011, él explica que los pecados no son perdonados en el
momento del arrepentimiento a través de la sangre de Cristo, sino que estos son
remitidos a través del bautismo en agua en el nombre de Jesús:
“La sangre de Cristo nos
limpia de todo pecado, pero la Biblia no
dice que la sangre perdona… una cosa es la limpieza y otra cosa es el
perdón; la limpieza se opera en la conciencia cuando la persona ejerce fe en la
obra del Calvario. Cuando Pedro regresó a Jerusalén después de lo sucedido en
la casa de Cornelio, y lo censuraron por haber comido con los incircuncisos, él
les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios
escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y
creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el
Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre
nosotros y ellos, purificando por la fe
sus corazones (Hechos 15:7-9). Por eso una persona puede recibir el
Espíritu Santo sin ser bautizado, cuando la persona ejerce fe en lo sucedido en
el Calvario, su conciencia es limpia, pero eso no lo exonera de ser bautizado.
Cuando Pedro vio lo acontecido en la casa de Cornelio los mandó a bautizar en
el nombre del Señor Jesús.
La sangre no perdona,
porque es una parte de Cristo, usted tiene sangre, tiene huesos, tiene carne,
tiene nervios, tiene vísceras, tiene espíritu, tiene alma; la sangre es una
parte de Cristo, no es todo, pero el nombre sí lo encierra todo; cuando usted
dice Jesucristo, ahí está todo lo que es él. Algunas versiones dicen que el bautismo
es para remisión, ¿qué quiere decir remitir? Remitir quiere decir enviar, y
Jesús dijo: A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes
se los retuviereis, les son retenidos (Juan 20:23). En el acto del bautismo
cuando el ministro invoca el nombre de Jesucristo sobre el candidato, se sucede la remisión. El ser limpio
por la sangre, el ser engendrado por la palabra, no nos exonera de ser
bautizados en el nombre glorioso de Jesucristo. El bautismo es para remover, la limpieza se sucede aquí, pero el perdón
se sucede allá en el trono, allá se remueve le culpa. Por eso es necesario
seguir predicando el único bautismo en el nombre de Jesucristo”. [12]
Cabe destacar que la interpretación oficial del nuevo nacimiento en la
IPUC es la posición mayoritaria dentro del grupo de ministros que hacen parte
de ella, que para la Asamblea Nacional de pastores del presente año 2013,
registró un número de 4100 pastores. [13] Sin embargo,
existe un grupo minoritario de ministros que conservan la interpretación del
nuevo nacimiento como el bautismo de agua y Espíritu. Se puede evidenciar estas
dos posiciones en el debate que sostuvieron los hnos. Eduardo Forero Peralta y
Julio César Clavijo Sierra en el año 2009 y del cual surge una publicación que
lleva por título: Recibir el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en
nuevas lenguas. ¿Requisito para ser salvo? [14]
Veamos algunos apartes de este debate:
Eduardo Forero Peralta
“La obra del Espíritu Santo en el
hombre empieza desde que este comienza a oír la Palabra de Dios, lo
convence de pecado, produce fe en él, y actúa para que sea salvo (lo
regenera y lo limpia), aun sin haberlo bautizado con la señal de hablar
en lenguas (Tito 3:4-7). Véase también Juan 16:7-11.
Y dado que Jesús le dijo a Nicodemo que
quien no naciera de agua y de Espíritu no podía entrar al reino de Dios,
entonces se han tomado las dos ideas y se han unido para señalar que nacer del
Espíritu es recibir el Espíritu Santo prometido (hablando en otras lenguas), y
por ser así, quien no tenga esta experiencia no puede entrar al reino de Dios,
es decir, no es salvo.
Cuando somos salvos, el Espíritu de Cristo
actúa en nosotros; aunque no hayamos sido bautizados con el Espíritu Santo,
hemos recibido a Cristo. Eso asegura nuestra herencia.
Estamos de acuerdo en que nacer de nuevo
es creación espiritual, pero lo que no podemos afirmar es que “nacer del agua y
del Espíritu” signifique ser bautizado y recibir el Espíritu Santo hablando en
lenguas. Veamos por qué no.
¿A quién se lo dijo Jesús? A Nicodemo, un
judío que no sabía nada de esa experiencia maravillosa. Conocería la profecía
de Joel, y habría escuchado lo dicho por Juan el Bautista, y lo expresado por
el profeta Ezequiel también lo sabría, seguramente, así como lo dicho por
Jeremías en el capítulo 31, que se refiere a lo mismo. Pero en ninguno de los
casos se mencionaba el hablar en lenguas.
El nuevo nacimiento no puede entenderse
como que se alcanza en dos etapas (o está compuesta de dos partes), ya
que Nicodemo, a quien se le dirigieron tales palabras ha debido entenderlo
cabalmente, y hemos visto que no es así. La afirmación “del Espíritu” hay que
entenderla como el nacimiento por la acción del Espíritu, y no que se refiera a
recibir el Espíritu Santo hablando en lenguas. El contexto no lo deja ver así.
(Nadie nace en dos tiempos)”.
Julio César Clavijo Sierra
“Es verdad que el Señor Jesús estaba
hablando del Nuevo Nacimiento como una profecía para el tiempo en el cual Él
establecería su Iglesia, y no como algo que Nicodemo podría obedecer
inmediatamente (en el mismo momento en que estaba hablando con Jesús). Jeremías,
Joel y Zacarías profetizaron que Dios pondría su Espíritu en nosotros como
señal del Nuevo Pacto, y Juan el Bautista profetizó que Dios nos bautizaría con
el Espíritu Santo. Ninguno de estos profetas mencionó la señal de hablar en
nuevas lenguas, pero el profeta Isaías sí lo hizo, y llamó a aquella señal el
reposo al cansado y el refrigerio (Isaías 28:11-12), una clara referencia al
Nuevo Pacto.
Ninguno de nosotros debe pasar por alto
que la Iglesia no existió sino hasta el día de Pentecostés cuando Dios llenó a
los hombres con el Espíritu Santo (Hechos 2). Es decir que sin el derramamiento
del Espíritu Santo no hubo Iglesia y nadie puede pertenecer por completo a la
Iglesia si no está lleno del Espíritu Santo (1 Juan 4:13).
Además, aun cuando el profeta Joel no
menciona la señal de lenguas, el apóstol Pedro si asoció esta profecía con el
momento cuando ellos recibieron el Espíritu Santo por primera vez, habiendo
hablado en nuevas lenguas (Hechos 2:14-21). El mismo apóstol Pedro llamó
bautismo del Espíritu Santo a la experiencia maravillosa de recibir el Espíritu
Santo con la señal de lenguas (Hechos 11:15-16).
La acción del Espíritu comienza desde que
la Palabra de Dios intenta convencer al pecador para que acepte el plan
salvador de Dios. La Palabra de Dios es la semilla que implanta el evangelio de
Dios en una vida (Lucas 8:11), pero para nacer de la Palabra de Dios (1 Pedro
1:23), es necesario nacer del agua y del Espíritu, obedeciendo así lo que fue
sembrado en nosotros por la Palabra. Nacer por la acción del Espíritu, incluye
necesariamente el bautismo o llenura del Espíritu Santo.
El bautismo del Espíritu es el medio por
el cual recibimos a Jesucristo en nuestras vidas, pues no hay ninguna
separación entre Jesucristo y el Espíritu Santo, ya que el Espíritu Santo es el
Espíritu de Cristo (Romanos 8:9). Jesucristo mora en nosotros por medio del
Espíritu (Efesios 3:16-17). El Señor Jesús es el Espíritu (2 Corintios
3:17-18). Cuando somos bautizados con el Espíritu, es cuando recibimos a Cristo
en nuestras vidas, y ninguno puede ser salvo sin haber recibido a Cristo en su
corazón. El Espíritu Santo no mora en alguien que no haya recibido el Espíritu”.
En la Asamblea Nacional de
Ministros de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia realizada en el año 2010,
el hno. Eliseo Duarte habla acerca de este debate en una de sus enseñanzas
titulada “El Nuevo Nacimiento”, en el minuto 13:40 dice lo siguiente:
“En el debate que hicieron
por internet, por una lado se dice que el bautismo del Espíritu Santo no está
en el plan de salvación o en otras palabras que no es necesario para la salvación
(Eduardo Forero Peralta), eso está
fuera de órbita; por el otro lado, el hermano utiliza textos que están
dirigidos a los que ya han recibido el Espíritu Santo para aplicárselos a los
que no lo han recibido (Julio César
Clavijo Sierra), y además saca a la luz una tradición (tenemos que desprendernos
de las tradiciones y creer lo que dice la palabra de Dios, en las iglesias hay
tradiciones porque a medida de su historia, de su desarrollo, va produciendo
eso), entonces, si algo deja claro ese debate es la necesidad de estudiar las
dos cosas, la necesidad de profundizar”. [15]
Conclusión
El estudio de la doctrina del Nuevo Nacimiento es uno de los temas más extraordinarios y profundos en las Escrituras, por tal razón no debe ser tratado de forma superficial ni tampoco sin la debida atención que éste requiere, pues se está hablando de un tema crucial para los seres humanos, esto es, la entrada al reino de Dios.
Estas diversas interpretaciones nos muestran la urgente necesidad de buscar la
iluminación del Espíritu Santo para conocer el sentir de Dios en el mensaje
registrado en su palabra. El apóstol Pedro en su carta universal lo expresa de
la siguiente manera:
“Tenemos
también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos
como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y
el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto,
que ninguna profecía de la
Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída
por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo” (1 Pedro 1:19-21).
Referencias
[8] Manual de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia.
Revisado hasta enero de 2012.
[11] Palabras Memorables. Formación Ministerial. Eliseo Duarte.